André Arbus

André Arbus

André Arbus. Arquitecto, interiorista, escultor y ebanista.

Icono del interiorismo.

André Arbus (1969) fue, sobre todo, un ebanista francés que elevó su oficio a la categoría de arte. La madera y el bronce fueron sus armas.

En la Exposición Universal de 1925 en París, un joven André Arbus presentó un tocador que llamó la atención. No seguía las premisas arquitectónicas de Le Corbusier, ni creía en su obsesión por la desnudez, pero tampoco compartía el credo del Art Déco, “ese cubismo del azar”, decía él.

A sus 22 años, estaba orgulloso de su tercera vía, la de la tradición francesa, la de los acabados impolutos y los materiales nobles. “No me gusta la sequedad plástica ni la falta de sensibilidad de los racionalistas”, aseguraba.

Su abuelo, León Arbus, había fundado una ebanistería en Toulouse a finales del XIX, en la que André había, casi literalmente, nacido.

Su padre Antoine Arbus le inició en los secretos del mobiliario, y él recordaría toda su vida el olor a barniz y las confidencias de los viejos carpinteros en el taller familiar.

Cuando a los 18 años empezó a estudiar Bellas Artes en la Universidad, amplió su visión de las cosas y se fijó un objetivo: “Elevar este oficio, hacerlo grande”. Para él un mueble no tiene apellidos.

“Es como una pintura, como la literatura o la música; no pertenece a ninguna moda. Tiene que durar, debe encontrar una belleza eterna”, pensaba.

Dejó de lado materiales como el cristal o el metal para centrarse en la madera y defender lo artesanal, lo hecho a mano. “El trabajo de ebanista posee la admirable imperfección de lo humano”, contó.

En los años 30 se trasladó a París con su mujer y su única hija, Madeleine, donde abrió estudio y galería. Los años 40 fueron los de su consagración, la época en la que ideó sus piezas más codiciadas.

Le gustaban las líneas puras, neoclásicas, pero no escatimaba en adornos, detalles modelados en bronce o pequeñas esculturas.

En esa década también se lanzó a decorar interiores oficiales (el Ministerio de Agricultura y la Embajada francesa en Washington) con su estilo ampuloso y elegante, y se atrevió con la arquitectura por encargo.

Proyectó casas para obreros en Laudun durante la ocupación alemana, y más tarde reconstruyó el faro de Planier en Marsella, destruido por la guerra.

Desde finales de los 50 y hasta su muerte, en 1969, sin embargo, se convirtió en lo que siempre quiso ser, un escultor a secas. Sus figuras alargadas, parecidas a las de Giacometti, a quien idolatraba, fueron su último legado creativo.

El despegue: Su primer mueble, un tocador de madera y cuero, lo pintó su amigo Marc Saint-Saëns.
Consagración: En 1926 se hizo cargo de la dirección creativa del taller de su familia en Toulouse y en 1935 abrió galería propia en París.
Obsesiones: Le encantaba el cristal veneciano y admiraba la arquitectura y diseños de Louis Süe y Pierre Chareau.
El señor de los adornos: “El ornamento despierta en la gente humilde el deseo de poesía, maravilla y lujo. El esnobismo de la desnudez es para los que tienen dinero”, aseguraba Arbus.

André Arbus (pág. web).

Diseñador André Arbus.

André Arbus.

 

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